Este fue el día más intenso, prometo que el resto de los días no tendrán más de dos o tres entradas. Horas después de haber salido de casa, y habiendo recorrido unos pocos kilómetros apenas, llegamos al final de la milla, dónde se erige el Holyrood Palace, residencia de monarcas cuando no se ven obligados a encerrarse en el castillo.
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Tampoco pagamos para ver sus moquetas y tapices, desde fuera se aprecia
bien el aspecto general del Holyrood Palace. |
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En uno de sus muros, el unicornio coronado que forma parte del escudo
de armas de escocia. |
Desde el palacio volvimos a subir la milla real, esta vez mucho más rápido (ya no teníamos tiendas nuevas en las que pararnos a mirar) y pasamos a la zona nueva de Edimburgo, donde buscamos un sitio para comer (nos costó un poco por que estaba todo lleno, pero al final nos metimos en un restaurante donde comimos muy bien).
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Aunque no era aún de noche las nubes oscurecían el cielo. |
Después de comer, ya con la luz agonizando, subimos a Calton Hill, donde se encuentra el observatorio de la ciudad. Allí vimos anochecer, con una magnífica panorámica de Edimburgo (además de ver el Monumento a Nelson y el Monumento Nacional de Escocia).
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Desde Calton Hill teníamos una bonita vista, aunque con poca luz, del
anochecer y la ciudad encendiendo sus (pocas) luces. |
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Antonio y su reflejo fotografían el paisaje bajo sus pies. |
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Antón, Sofía, Antonio y Sonia recortan sus siluetas al cielo del ocaso. |
Tras la puesta de sol bajamos de nuevo, disfrutando esta vez de la ciudad iluminada. Pese a que la iluminación de Edimburgo no es tan llamativa (y derrochadora) como la de otras ciudades, muchos edificios estaban iluminados con luces de diferentes colores, creando un paisaje curioso y bonito.
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Hotel Balmoral, el más famoso (y mejor iluminado) de Edimburgo. |
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Edificio iluminado en tonos rosados. De acuerdo con ciertas fuentes es
probable que se trate de un Edificio Oficial. |
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La feria decoraba con sus luces el centro de la ciudad. |
Y así acabó el turismo del segundo día, después de eso nos fuimos a cenar con la sensación de que serían las 12 de la noche, pero aún era pronto, y tuvimos tiempo de ver una película mientras Antonio y Sofía salían a ver el partido de fúbol.
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