Destacan las muchas maquetas y fósiles de dinosaurios que habitan el museo, esqueletos fósiles completos y montados (como el gran Tiranosaurus rex que da la bienvenida a la sala, al más puro estilo de Jurassic Park, o este pequeño pterosaurio volador, cuyo nivel de detalle es exquisito).
Este pequeño Dimorphodon tenía incluso pelo sobre los brazos y el cuerpo, un cuidado detalle y un bonito acabado. |
Hace tiempo leí un libro sobre un dibujante apasionado por la reconstrucción de este animal, desde entonces cada vez que lo encuentro en un museo me encanta admirarlo de arriba a abajo.
Varios esqueletos de dientes de sable decoran la sala, este Smilodon completo se deja comparar con otros felinos, que a su lado, pese a no estar descarnados, parecen gatitos. |
Esqueletos, fósiles y animales disecados se entremezclan por toda la sala, en un caos bastante ordenado que muestra similitudes o diferencias entre animales dispares o emparentados.
Desde el piso superior te encuentras a esta jirafa y a este Megatherium mirándote anhelantes por si les das algún cacahuete. |
Los dientes de este cocodrilo (Sarcosuchus imperator), de 12 metros y 8 toneladas decoran unas mandíbulas en las que cabe un niño de pie. |
Retocado hasta transformarse más en un icono que en una fotografía, este ambliplgido decora ahora mismo mi fondo de escritorio. |
Un simpático numbat se busca el sustento entre la hojarasca. |
Aunque la foto está muy granulada porque estaba oscuro, me gustó la escena del enorme pollo de cuco (ya crecidito además) alimentado por un pobre mosquitero parasitado. |
Este elefantito, no se si disecado o maqueta, exhibe tal realismo que sus ojos llorosos resultan conmovedores. |
Como esta lechuza, la mayoría (por no decir todos) de los ejemplares han sido disecados en actitud activa, cazando, saltando, huyendo, comiendo... |
Para que sirva de referencia, esta cría de león es, a juicio de los entendidos, uno de los peores ejemplares del museo. Pese a todo conserva una actitud relativamente realista. |
Este lagópodo alpino se camufla en la nieve, aunque hace bastante frío imagino que tendrán que cambiarla todos los días cuando se derrita. |
Nuestro pez, de topos azules sobre fondo rosa, no supo camuflarse con los arrecifes de colores, y murió devorado por la sombra de un depredador. |
Esta Hyla se adhiere al cristal de la vitrina por el lado opuesto al resto de los ejemplares, ofreciendo la panza al visitante. |
La ya famosa zarigüella acarrea a su rosada prole. |
Un rinoceronte nos amenaza con su enorme cuerno de pelo. |
También famoso, este zorrillo se abalanza sobre los usuarios de mochilas. |
Tal y como empezamos la visita a la sala de Ciencias Naturales, la acabamos con Parque Jurásico en la cabeza. |
Tras la sala reservada a las ciencias naturales (que no se por qué se llama así en todos los museos cuando debería llamarse museo Zoológico o algo así, salvo una pequeña fracción sobre minerales y geología), aún nos quedaba la última sorpresa de la ciudad.
Aunque Antón ya nos lo había dicho, habíamos olvidado que en Edimburgo nació la mayor celebridad de entre los bóvidos del mundo. En la parte de Ciencia y Tecnología (o algo así), un expositor muy iluminado y giratorio exhibe a Dolly, que fue en su día el hito de la clonación.
La oveja más famosa del mundo da vueltas en una vitrina giratoria. |
Y de ahí a comer, de comer al bus, del bus al avión y a Madrid. Todo en buena compañía pero ya con cara de pena. Lo bueno de lo bueno es que al acabarse no te olvidas de lo bueno que fue, y sólo así puede volver a ser igual de bueno cuando vuelve a suceder.
Bonita conclusión :-)
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